El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

CARTA DE AGRADECIMIENTO DEL P. GENERAL


14 de noviembre de 2010
ARA 10/17


P. Vicente Durá, S.J.
Provincial de Aragón
c/ La Cenia 10
46001 VALENCIA


Querido P. Provincial:

Recién llegado a Roma, después del viaje que acabo de realizar por algunos países de Latinoamérica y de haber participado en la CPAL (Conferencia de Provinciales de América Latina), me apresuro a ponerle por escrito mi sincera gratitud por la acogida que me dispensaron durante la visita que efectué a algunos puntos de la Provincia de Aragón.

La variedad del programa del 28 de octubre me ha dejado un recuerdo muy rico. La celebración en Gandía de los solemnes actos de clausura del V Centenario del Nacimiento de San Francisco de Borja me supuso captar de cerca la alta estima con la que las instituciones políticas y sociales valoran la prolongada historia de los jesuitas en esa localidad y que han querido visibilizar en la concesión de la Medalla de Honor de la Ciudad a la Compañía de Jesús. Según les indiqué con sencillez y espontaneidad, después de las encarecidas palabras del Sr. Alcalde y de los portavoces de los diversos grupos municipales, pocas veces he escuchado un elogio tan compartido y unánime hacia la Compañía. A su vez, el momento de la Eucaristía en la Colegiata fue una multitudinaria expresión de fe de gentes de todos los estamentos.

Por otra parte, antes de abandonar Gandía, la bendición de los cimientos del Centro “San Francisco de Borja”, la he vivido como un bonito signo que da profundidad a las otras conmemoraciones festivas del V Centenario, mediante una realidad que ofrecerá atención a los sin techo, en sintonía con la sensibilidad de la Compañía de todos los tiempos.

Las horas pasadas en el Sanatorio de Fontilles fueron también muy entrañables. Después de cien años de presencia de la Compañía de Jesús y de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, podemos decir con satisfacción que la misión está cumplida y con buen resultado. Hay que dar muchas gracias a Dios por la vida hecha jirones que aquí han gastado tantos jesuitas, religiosas y laicos que, con la constancia propia de los fieles jornaleros de la Viña, han hecho el milagro de derribar la muralla del mal de la lepra, que convertía a aquel paraíso natural en una montaña maldita.

Ante el anuncio de nuestra marcha a otras fronteras, la paz y generosidad que hallé en el pequeño grupo de enfermos y ancianos que todavía allí permanecen, es el gran regalo que nos hacen los humildes, cuando, al contemplar el bien recibido, descubren con alegría que de su corazón manan cauces de misericordia y compasión ante las nuevas exclusiones.

En los otros días, en Valencia y Zaragoza, disfruté de interesantes momentos de encuentro con jesuitas y con numerosos colaboradores a los cuales he intentado trasmitir un mensaje de ánimo, en medio de los tiempos recios que sufrimos. No hay que dejarse acorralar por los miedos si de verdad estamos abiertos al Espíritu. Sé que por encima de otras consideraciones, son las imágenes las que más se graban y así comprobé que ha sucedido cuando en una de mis intervenciones cité la “jirafa” como ejemplo de corazón grande y de mirada de amplios horizontes. Si esa pequeña anécdota la procuran tener en su memoria a la hora de discernir, planificar y proceder… ¡bendito sea Dios!

En las entrevistas que tuve con los Srs. Arzobispos de Valencia, D. Carlos Osoro, y de Zaragoza, D. Manuel Ureña, así como con el Arzobispo Emérito, D. Elías Yanes, con fraterna cercanía, se me ha trasmitido un sentido aprecio por la labor de los jesuitas y de sus obras apostólicas en sus respectivas Diócesis. Le ruego, por favor, que así se lo haga llegar a quienes han sido activos merecedores de este afecto, pues ello les motivará, sin duda, a continuar con renovado impulso y fervor en su empeño de servicio a la Iglesia.

Me consta que la organización tanto de la agenda de todo el viaje, como de cada uno de los actos, implica un esfuerzo grande, que habrá involucrado a muchas personas bajo la eficaz coordinación del Socio, P. José María Bernal. A todos y cada uno mi reconocimiento.

Le escribo esta carta en la fiesta de San José Pignatelli. Hace exactamente dos años, en esta misma fecha, me dirigía a los Provinciales de España con el fin de poner en marcha el proceso de integración de las Provincias. El camino que desde entonces han recorrido se acerca ahora a una cada vez más concreta perspectiva llena de esperanza. Me ha consolado constatar que esta esperanza la comparten muchos en esa Provincia, decididos a afrontar las inevitables dificultades que puedan darse, con buena voluntad y con el deseo de lograr el mejor fruto apostólico.

Que la celebración del V Centenario de San Francisco de Borja, nacido para servir, haya contribuido a la renovación y provecho espiritual de todos nosotros. En unión de oraciones,


Adolfo Nicolás, S.J.