El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

DIÁLOGO DE SOBREMESA CON LOS JESUITAS. Residencia del Sagrado Corazón, después de la comida


INTRODUCCIÓN
(Vicente Durá, Provincial)

P. General; me corresponde, como Provincial, introducir el diálogo entre el P. General y los jesuitas reunidos aquí. Hemos compartido juntos la mesa y ahora queremos compartir la palabra.

El Papa Benedicto XVI nos invita a desarrollar nuestra vocación en las diferentes fronteras donde la Iglesia nos necesita y donde tal vez otros no pueden llegar. En este mismo empeño cinco provincias de la Compañía, Bética, Tarraconense, Loyola, Castilla y Aragón, impulsadas por el P. General y guiadas por el Provincial de España, están volviendo a experimentar que Cristo Jesús nos une a los jesuitas y nos envía por el mundo entero. Vamos haciendo camino hacia una más compacta y eficaz, Provincia única. Diversos en el origen, unidos en la misión.

Sabemos que en este proceso la piedra angular es revitalizar:

- revitalizar nuestra vida espiritual
- revitalizar nuestra vida comunitaria
- revitalizar nuestra vida apostólica

Al iniciar este diálogo con los jesuitas, permítame, P. General, hacerle una petición: hacer para nosotros un subrayado de lo que usted más desea de nosotros, los jesuitas de la Provincia de Aragón, y de España, con los que se va a encontrar durante cuatro días.

La palabra de ánimo que usted nos dé la guardaremos como un tesoro, la recordaremos, la trabajaremos y haremos todo lo posible para llevarla a la práctica.

Estamos a la escucha de todo lo que nos diga. Muchas gracias, P. General.


PALABRAS DEL P. GENERAL

(Transcribimos los esquemas que utilizó al hablar)

Introducción

Es la primera vez que vengo a Valencia, aunque he cantado muchas veces la famosa canción a Valencia, y me han confundido casi siempre que he dicho que era de Palencia. En Japón, además, he oído hablar tanto de Valencia a Juan Catret (que nunca ha sido tímido en enviar powerpoints espléndidos de la ciudad), Vicente Bonet, y Manuel Amorós, que creo que la conozco. Es una alegría estar aquí. Después de todo yo crecí jesuita con los rumores de “la Santa Provincia”.


¿Qué necesita y quiere de nosotros la Iglesia?: “Profundidad” 

Una de las cosas de que estoy más convencido es que el mundo -y también la Iglesia- necesita más que nada “profundidad”.

Tenemos más información que nunca y de muy fácil acceso..., pero falta la capacidad de estudiar, reflexionar y ponderar, que da la sabiduría. El peligro hoy día es, como se dijo en México el año pasado, la “globalización de la superficialidad”. La Iglesia tiene el mismo peligro. Por eso es providencial tener un Papa que gusta de la reflexión, del estudio... y que espera de nosotros este servicio en profundidad a la Iglesia. Este es el tema que me ha repetido en cada ocasión que he tenido de encontrarle.

¿Qué profundidad? Bien claro: profundidad en el estudio y la reflexión, y profundidad en la Espiritualidad. En estos tiempos en que tenemos menos vocaciones, esta llamada a lo profundo puede ser la respuesta providencial a nuestro discernimiento. En otros tiempos hemos hecho de todo (y nos hemos enorgullecido de ello). Hoy no podemos hacerlo, y es posible que haya llegado el momento de poner en práctica el discernimiento ignaciano para saber responder con una visión bien centrada, a la llamada de este momento en el mundo y en la Iglesia. Y dejar, con gran paz y mucha alegría, que otros hagan lo que nosotros empezamos en un tiempo pasado y ya no podemos llevar adelante.

Quizás estos tiempos nos están invitando a hacer prioritariamente lo que los jesuitas hacen bien, en la línea de los Ejercicios Espirituales y dirección espiritual. Ya no tenemos que hacerlo todo. Nuestros predecesores han sabido crear apostolados, gestionarlos bien, formar a los colaboradores y ser verdaderos líderes en muchos campos, desde las ciencias hasta el ministerio pastoral. Hoy tenemos que centrarnos y profesionalizamos en nuestro fuerte, lo que podemos hacer bien, lo que define la Compañía como Orden Religiosa al servicio de la Iglesia: “pensar”, “discernir” y “servir” bajo la guía del Espíritu. Filosofía y teología (profundas y creadoras), Dirección espiritual (para que los que sirven en la Iglesia lo hagan en nombre de Cristo) y Servicio en las Fronteras (donde nos quiere nuestra vocación y la Iglesia).

Redescubrir la “Mínima Compañía”: “Universalidad”

Nos preocupa a todos el descenso en números. También a mí, aunque menos de lo que parecería oportuno. San Ignacio tuvo menos. Hay que reconocer que los números antes del Vaticano II eran números inflados, ni reales, ni equilibrados. En mi clase del Colegio en Madrid de 100 estudiantes del curso entramos en la Orden 19 (y tres o cuatro más lo pensaron en serio). Quedamos 11, que es un buen número (con algunos ya difuntos).

Hay que reconocer también que en los últimos 40 años hemos pasado los religiosos por una gran crisis, que todavía no hemos estudiado y valorado suficientemente. Ahora lo podemos hacer porque hay signos claros de que estamos saliendo de la crisis. De todas formas es una buena oportunidad para recuperar el sentido de ser “mínima” Compañía porque no nos ha hecho nada bien el orgullo que ha ido con frecuencia ligado a la imagen de la Orden. Una conciencia de nuestra pequeñez que nos ponga más cerca de la realidad no nos viene mal. Es Dios el que sigue trabajando y haciendo cosas grandes, no nosotros.

Con la ventaja de que cuanto más pequeños nos hacemos, más universales somos, porque la verdadera universalidad en que participamos todos los seres humanos es la de la debilidad y el vacío en que nacemos y en que vivimos. Por eso nos tiene Dios que sostener continuamente...

En la debilidad somos totalmente universales y los pequeños nos reconocerán como sus hermanos de verdad. La fragilidad y debilidad radical de toda existencia está en cada uno de nosotros, como individuos y como grupo.

Un futuro de Servicio abierto: “Creatividad”

Hay otra dimensión en nuestra misión que yo considero importantísima hoy día: la necesidad de crear, de comenzar algo nuevo, de recrear el lenguaje, la predicación, las imágenes... Para poder mejor servir a la humanidad en que vivimos. Cuando yo era joven -pobre de mí- me creía que la Vida Religiosa estaba ya delineada en sus detalles y sólo era cuestión de ser fiel a esos contornos. Y todo ha cambiado en lo que va de mi juniorado (1958) a mi ordenación (1967). Y después ha seguido cambiando al mismo ritmo o más rápido... Y si todo cambia, ¿cómo es posible que nosotros no cambiemos? La Iglesia cambia, las sociedades cambian, el lenguaje cambia, las alianzas cambian... ¿Cómo se habla de Dios en estos tiempos? ¿Cómo se es religioso con credibilidad? Da mucha pena, a veces, ver cómo en la Iglesia falta esta creatividad... Hay mucha más conciencia de que hay problemas que de cómo solucionarlos…

Para una misión más grande que nosotros : “En colaboración”

Yo creo que una de las constantes en la historia de nuestra Compañía ha sido el que hemos trabajado siempre para una misión más grande que nosotros mismos. Yo creo que San Ignacio era muy consciente de ello y, por eso mismo, insiste tanto en la confianza en Dios, la gratitud a nuestros colaboradores y la humildad. Tres cosas que siempre han ido unidas y que forman una unidad.

La misión nos sobrepasa con mucho. Basta ver cómo cuando entramos en profundidad las tareas aumentan y la visión se alarga y ensancha. Esta es la razón más importante por la que Ignacio quería hombres sin miedo…, porque la tarea es más grande que la persona. Y lo era para Ignacio, el primero.

En el documento “Contemplación de la realidad” previo al “Proceso de Integración” se enumeran una serie de retos y colectivos, que ciertamente van más allá de lo que nosotros podríamos hacer solos hoy día, Y sin embargo es un documento pensado, orado y que es tan válido hoy como era en tiempos de Ignacio la Fórmula del Instituto. No hay nada de megalomanía en esto. No se trata de lucimos, de intentar lo que los ángeles no han podido hacer. Se trata de colaborar con Dios, siempre joven y siempre dando energía... Y todo ello en y a través de nuestra debilidad, porque es así como Dios se luce...

Me preocupa que no sepamos celebrar nuestra pequeñez y celebremos solamente a los “grandes” a los que triunfan.., y tan pocas veces a los que fracasan, porque han intentado lo imposible: la justicia y la paz, la eliminación de la pobreza y la fraternidad... Estos fracasarán a menudo… pero los demás nunca les celebramos, porque no triunfan y vivimos en tiempos de éxito. Me preocupa también que al racionalizar nuestro servicio (cosa que hay que hacer, por muchas razones) racionalicemos también nuestro espíritu, y nuestra valentía, y nuestra confianza en Dios... Por ahí va el mal camino… porque el camino que hemos aprendido es el de Abraham, Moisés, David, Jesús, Pablo, Ignacio... y hay tantísimo de poco lógico, de imposible en esos caminos...

A modo de conclusión: 
Nuestra fuerza es y será el Espíritu: Centrarse sin distracciones

Como pueden ver ustedes, estamos en tiempos de “recreación” y ojalá sea en los dos sentidos de la palabra. Dios nos recrea a cada instante y se recrea en ello. ¿Cómo colaboramos nosotros? Creo que cada generación tiene que “descubrir”, “aceptar” y “recrear” la fe. Si no se apropia, no es real. Pero al apropiarla se recrea. La fe toma color personal o cultural, y nosotros cambiamos.

Algo así ocurre con la vocación a la Compañía.

Hemos hablado mucho de renovación, refundación... yo creo que se trata de una verdadera recreación. Ni inventar la rueda, ni descubrir el Mediterráneo, sino que se trata de apropiarse el camino de San Ignacio con tal realidad y profundidad, que lo recreamos al caminar, como recreamos nuestra vida de la mano de Dios. Y eso, naturalmente, no lo podemos hacer sino bajo la dirección del Espíritu de Dios. El “curet primo Deum” de San Ignacio es la conclusión que sacó de su propia experiencia.

La fuerza de la Compañía en sus mejores tiempos ha sido su atención al Espíritu -en la vida personal de los jesuitas, en la dirección espiritual de otros, en las obras apostólicas de todo tipo-. Cuando la Compañía ha perdido atención al Espíritu, ha perdido también eficacia, energía y la capacidad de crear. Ahora bien, la atención al Espíritu requiere una gran “concentración”. No es posible cuando el corazón está lleno de ruido, la mente está ocupada con mil actividades y nos falta ese mínimo de paz que permite la concentración.

Leyendo a los maestros y maestras del Espíritu, me impresiona la gran preocupación que tienen con que no nos distraigamos. Muchos de los procesos que patrocinan en vistas a crecer en la oración, están apuntalados por una atención detallada e intensiva a quitar distracciones. Yo he llegado a la conclusión de que estaban en lo cierto. Los religiosos no somos malos. En su gran mayoría somos hasta buenos… pero fácilmente distraídos, Y aquí está nuestro talón de Aquiles. Yo entiendo como distracción cada vez que nos preocupamos y sufrimos con algo secundario, como si fuera primario.

La prensa se las pinta sola para distraer al gran público con medias noticias, rumores del corazón, acusaciones sin fundamento, rebajas y descuentos inesperados, falsas discusiones, exageraciones y demás. Pero nosotros también creamos distracciones a base de teología o filosofía, ideologías, formas de actuar, prejuicios, y todo el mundo oculto de nuestros subconscientes que nos juegan malas pasadas sin que nos demos cuenta. No tenemos distracciones en la oración; tenemos distracciones en la vida. Estamos distraídos.

Hace poco me mandaron un powerpoint de Facundo Cabral. Su estribillo decía: No estás deprimido, estás distraído. Es decir: no ves la vida a tu alrededor; nosotros diríamos, no ves la presencia de Dios y su Espíritu en tantas cosas, acontecimientos y personas en torno tuyo. Estás distraído, es decir, no prestas atención al valor de tu vida como don, como regalo continuo que a veces desaparece y te deja agradecido, en lugar de pesaroso. Estás distraído, es decir, no ayudas al que te necesita hoy, porque tú eres el único que le puede ayudar... Nuestra vocación sigue siendo un reto continuado, magnífico, para corazones grandes... que lo serán si dejan de estar distraídos con lo que ni cuenta, ni vale. Todos juntos vamos a pedir por una Compañía no distraída, sino atenta al Espíritu, afinada a su música y centrada en su Cristo.

Posibles cuestiones
1. Se vive mal la edad. ¿Tirar la toalla a los 60?


Estamos en tiempos recios. Ni siquiera nos podemos jubilar, mientras que nuestros hermanos y hermanas lo han hecho ya hace tiempo (aunque los que han sido siempre activos lo siguen siendo con trabajos a tiempo parcial o con un nuevo empleo cuidando nietos...). Y sin embargo tenemos precisamente en esto una nueva misión en la Iglesia y en la Sociedad. Quizás es éste el momento en que se nos pide algo de creatividad, un nuevo testimonio a nuestro mundo de que se puede uno hacer mayor sin perder la alegría, el celo apostólico, el amor al prójimo y la capacidad de servicio, aunque el servicio cambie con el tiempo.

El Profesor Hinohara de 99 años, es un doctor japonés protestante, que sigue ejerciendo a esta avanzada edad y que hace unos 5 ó 6 años escribió un “best-seller” sobre cómo hacerse mayor de una manera sana y positiva. El resumen del libro es simple, como tres palabras, y se aplica, creo yo, tanto a individuos, como a Provincias, como a Órdenes Religiosas.

La primera palabra es “creatividad”. Dicho más sencillo es: “comienza algo nuevo”. No te quedes mirando atrás, como si todo hubiera terminado. Hay mucho por delante. Una obra, un servicio, un libro, una colección, un catálogo útil para otros... lo que sea. La segunda es “amor”. Es decir, sigue queriendo y déjate querer. Acepta ser el “abuelo cariñoso” que todos quieren tener cerca, porque siempre da calor. No te retires a tu cuarto porque te crees que molestas. Déjate ver y querer. Deja que te ayuden y da las gracias con alegría… Y la tercera es “paciencia”. Crece en tu capacidad de sufrir. Paciencia con el cuerpo, con la mente, con los demás, con que las cosas no nos salgan tan bien como antes... El doctor japonés dice: “aprende paciencia” -la palabra que usa se podría también traducir como “aprende aguante”-, porque hay mucho que aguantar de uno mismo y de la realidad en torno, que no está organizada para nosotros. Un protestante de inspiración cristiana que tiene un exitazo con no-cristianos. Creo que vale la pena que nosotros también tomemos esto como un mensaje a nuestro mundo: se puede ser mayor con garbo, creativamente, con cariño y sin dramatizar los contratiempos.

2. Números y Obras: ¿quién llevará las obras?

Estos son tiempos donde se pone a prueba nuestra esperanza de mil maneras. Nuestra esperanza no tiene imágenes preconcebidas. Dios no está atado a lo que nosotros querríamos que pasara: que siga todo igual y tengamos el número de vocaciones suficiente para... La esperanza de Pablo y de Ignacio -usan el mismo lenguaje- es: si Dios ha comenzado esta obra, Dios la llevará adelante. ¿Cómo? Como Dios quiera, con jesuitas o con laicos, con cristianos o con otros... (de esto tenemos experiencia en Asia). Porque no se trata de la Compañía, que podría haber abortado en tiempos de San Ignacio (con 10 minutos de oración del Fundador para pacificarse), y que fue suprimida en otro tiempo... Se trata de la obra de Dios, de su misión, de servir a la Iglesia y al mundo. Y Dios tiene muchos modos de llevar esta misión adelante. Lo importante es estar abiertos a esta eventualidad, preparar nuestros sucesores con apertura y generosidad, y darles lo mejor que tenemos nosotros en espíritu y en profesionalidad.

3. ¿Cómo vamos a trabajar juntos si no nos hemos entendido antes? Y ahora, ¿en plataformas apostólicas?

Porque se espera que maduremos. Las dificultades del pasado son solamente indicaciones de que teníamos que crecer. La pregunta ahora es sobre nuestra madurez. La pregunta de fondo es: cuando se trata de la misión y del Reino de Dios, ¿podemos trabajar incluso con aquellos que no nos gustan? Si somos capaces, quiere decir que hemos madurado. Si no, que seguimos inmaduros y más adolescentes que hombres espirituales. ¿Cuántos laicos trabajan con personas antipáticas y son capaces de producir bien? ¿Por qué nosotros tenemos que tener todo en orden para poder servir? Y ¿quién nos va a creer cuando les hablemos de nuestra opción por los pobres?

4. ¿Cómo van a llevar los laicos las obras más significativas?

No las van a llevar con nuestras dudas y negatividad. Las van a llevar porque eso es lo que Dios quiere y el Espíritu les ayuda. La cuestión ahora es si nosotros queremos colaborar con el Espíritu y hacerlo más fácil, con formación, acompañamiento, ayuda y apoyo, etc.

5. No se leen los documentos y ¡se consideran ya complicados! 

Eso lo he experimentado en otros sitios. Cuando alguien dice: difícil, complicado... de hecho lo que significa es: no me interesa, he cerrado ya la tienda, adiós muy buenas...

6. ¿Demasiada auto-crítica? ¿Complejo? 

Los jesuitas siempre han demostrado funcionar muy bien en situaciones difíciles. Ahora estamos en una de esas situaciones. ¿Seremos capaces de sacar de nuestros pozos todo lo bueno que hay? La edad no significa más que lo que tenemos… años. Pero, ¿quiénes somos? Eso lo define el temple interior, la esperanza y el espíritu. Puede hacer más Abraham que un Francisco Javier cansado y sin ganas de trabajar.