El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DEL P. GENERAL (Ayuntamiento de Gandía, 28 octubre 2010: entrega de la medalla de oro)


Es la primera vegada que vinc a Gandia i encara que sòc jesuita de 57 anys es la primera vegada. Me agradaria molt parlar en valencià pèro crec que podria comenzar, pero no podria terminar. A les hores, crec que será mes pacífic per tots si parle castellà.

Excelentísimo Ayuntamiento de Gandía con el excelentísimo Señor Alcalde y la Corporación. Tengo que confesar que nosotros, los jesuitas, estamos más acostumbrados a que nos critiquen que a que nos alaben tanto como nos han alabado ustedes. Estoy un poco abrumado por esta lluvia de reco
nocimiento y de amistad que he sentido en todos los discursos que he escuchado y agradezco a todos ustedes por la benevolencia, el tono positivo con que han visto y ven el trabajo de los jesuitas, que siempre es un trabajo imperfecto como de personas imperfectas, pero muy deseoso de servir a los demás y les agradezco mucho que así lo vean ustedes y así me lo hayan reconocido. Yo no sé cómo se reacciona cuando nos alaban, sé más, cuando nos critican, que es lo más corriente. 


Soy plenamente consciente, al mismo tiempo, de que si la Compañía de Jesús ha hecho algo bueno en Gandía, como en el resto del mundo, se debe siempre a que muchas personas, civiles y religiosas, nos han apoyado, han colaborado con nosotros o han hecho posible que un grupo reducido e imperfecto de jesuitas haya podido hacer el bien en esta ciudad. De hecho, San Francisco de Borja es el primer colaborador que los jesuitas han tenido en Gandía. Incluso antes del fallecimiento de su esposa, ya fue un gran colaborador con san Ignacio, al que ayudó en proyectos hasta que entró en la Compañía.

Recibo por lo tanto esta medalla con mucho agradecimiento a todos y espero que todos los que nos han ayudado en el pasado y en el presente se sientan honrados por ella. No es solamente para la Compañía de Jesús, sino para todos los que han trabajado con nosotros y han hecho posible el que podamos hacer un poco de bien.

Nos sigue halagando que el Señor Alcalde y los cuatro partidos con presencia en el Ayuntamiento, y tantos ciudadanos, laicos, clérigos, religiosos y religiosas sigan regalándonos el aprecio y la estima que esta medalla testimonia.

Como no he venido a Gandía a cantar las glorias de la Compañía de Jesús, que ya las han cantado ustedes mucho mejor y en polifónico, no me detengo a repetir la historia de encuentros y colaboración en la que hemos estado todos involucrados. Me permito solamente recordar que en cierta manera, como han dicho ustedes muy bien, nuestra historia está ligada a Gandía desde los comienzos. Ustedes han dado las fechas incluso: el Papa Pablo III confirmaba la compañía en 1540. Solamente cinco años más tarde llegaban cinco jesuitas a Gandía para comenzar al año siguiente el colegio de San Sebastián. Francisco de Borja era todavía el duque de Gandía, el gran colaborador.

La supresión de la Compañía en 1773, que ha sido aludida por los discursos de ustedes, fue precedida por la supresión de este colegio que había subido ya a categoría de Universidad. Una vez restaurada la orden en 1814, vamos a celebrar dentro de poco el segundo centenario, y a pesar de los grandes deseos de volver a Gandía, los jesuitas tuvieron que esperar hasta 1876. Y más definitivamente hasta 1889. Y fue de aquí, del palacio ducal, que nacieron muchas iniciativas que han llenado los años de servicio de la Compañía en la comarca y que han encontrado, como ustedes han citado, en Fontilles una visibilidad particular. Yo mismo he crecido como jesuita oyendo hablar de Fontilles. Y los jesuitas que conocí en Barcelona me hablaban de Fontilles como una obra de gran importancia y donde lo mejor de la Compañía ponía allí su energía y su fuerza.

Los jesuitas estamos llenos de defectos de todas clases. Ustedes me alaban, déjenme decir algo de la realidad. Defectos que ustedes conocen incluso mejor que nosotros mismos, pero imperfectos y todo, es indudable que nuestros predecesores en Gandía han tratado siempre de servir al Evangelio y al pueblo gandiense de la mejor manera posible, y dentro de los parámetros posibles en distintas épocas: aquí han florecido el apostolado de la oración, congregaciones marianas, iglesia parroquial, ejercicios espirituales, y tantas otras iniciativas a través de tiempos de persecución, expulsión y otras muchas dificultades. Quizás la amistad que se ha creado con el tiempo entre nuestra pequeña Compañía de Jesús y el pueblo de Gandía, se debe principalmente a este camino tortuoso de no pocas dificultades que hemos caminado juntos. Las mejores amistades crecen en tiempos de mayor dificultad. El cine y la vida están llenos de dramas que comienzan con una amistad forjada en el frente, cuando dos personas viven continuamente en peligro de muerte. Creo que nuestra historia en este sentido es una historia de amistad.

Las dificultades no han desaparecido, solamente han cambiado de nombre, de acento y de cariz. Y hoy día, por lo que escucho, no faltan reticencias e incluso ataques frontales a nuestra pobre Iglesia y a quienes siguen viviendo inspirados por el Evangelio de Jesús. Esto, ciertamente, promete una amistad con Gandia de larga duración. Pero es importante que todos sigamos comprometidos con ese Evangelio que nos trae las dificultades porque es de ahí donde nuestra imaginación se nutre y nuestra libertad interior, de mente y corazón, se alimenta. El día que nosotros, jesuitas o gandienses, olvidemos el evangelio, perderemos toda posibilidad de ayudar a los demás y de contribuir a la vida común de los que nos rodean porque nuestra imaginación dejará de crear futuro y viviremos de la obras que nos deje la prensa o las ideologías del momento, cosas de muy poca duración.

Una vez más quiero agradecer lo mucho que han realizado los colectivos antes mencionados a todo nivel: cultural, social, económico y religioso para la celebración de este año jubilar que termina hoy, y en todo lo previsto hasta el final del quinto centenario el 31 de diciembre.

Deseo, por último, que todas estas celebraciones ayuden a un mayor conocimiento del ciudadano, duque, jesuita y santo más universal de esta ciudad, y en una mejora de una vida social y religiosa de sus habitantes. Las grandes celebraciones no honran al santo tanto como a nosotros mismos, los celebrantes. Son grandes oportunidades de refrescar nuestra memoria con los modelos de vida y los valores que han llenado lo mejor de nuestra historia. Francisco de Borja no fue grande por ser duque, sino por llenar su ducado con una grandeza de corazón y una libertad espiritual, que España y el mundo han raramente conocido. Muchas gracias.