El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

BIENVENIDA INSTITUCIONAL A FONTILLES (Sanatorio de Fontilles, 28 octubre 2010)


PALABRAS DEL PROVINCIAL
(Vicente Durá SJ)

Querido P. General
Tengo la satisfacción grande de presentarle una obra muy querida de nuestra Provincia de Aragón. A los jesuitas de esta Provincia, el Sanatorio de Fontilles nos parece el modelo de lo que debe ser una obra apostólica de la Compañía. Al servicio de la fe y de la justicia. Codo con codo con los colaboradores y con los predilectos del señor Jesús. Llevando adelante un trabajo duro y difícil durante 100 años, con sencillez y naturalidad. Superando, por la gracia de Dios, y los cuidados médicos, los ale-jamientos míticos a la periferia de la sociedad de tantas y tantas personas.

El impulsor inicial fue, como usted sabe, el P. Carlos Ferrís, y uno de sus mayores aciertos fue involucrar desde el primer momento en el proyecto a muchos jesuitas y a mucha gente valiosa que no era de la Compañía: a los seglares que formaron la Asociación Fontilles, encabezados por el hombre de Dios D. Joaquín Ballester, cuyo proceso de beatificación está iniciado en la diócesis, y a las Francis-canas de la Inmaculada, que han llevado todo el peso del Sanatorio durante estos 100 años. Esta obra de Fontilles es fruto de mucho esfuerzo oculto y mantenido, de mucho sacrificio y de mucha renuncia al protagonismo.


Junto a Vd., en la mesa, están los representantes actuales de esta colaboración centenaria: la Hna Carmen Pons, Superiora General de las Franciscanas de la Inmaculada, y D. Joaquín Sapena, Presidente actual de la Asociación Fontilles y de su Junta de Gobierno.

Vd es el tercer P. General de la Compañía que visita Fontilles. Antes de Vd fueron también recibidos con cariño por los residentes en este Sanatorio sus antecesores, el P. Arrupe y el P. Kolvenbach. Todos entendimos que sus visitas, como la suya, eran prueba de afecto y cercanía a esta actividad tan propia de la Compañía como fue una leprosería. Ahora Fontilles ya no tiene ese carácter, porque gracias a Dios, no hace falta.


PALABRAS DEL PRESIDENTE
(Joaquín Sapena)

Querido P. General
Hoy es para todos los que integramos está gran familia que es Fontilles, un día muy importante. Por tercera vez en nuestros ciento y un años de historia tenemos el honor, el orgullo y la satisfacción de recibir en nuestra casa la visita del P. General de la Compañía de Jesús.

Fontilles, lo hemos repetido reiteradamente durante la celebración de nuestro primer centenario, surgió del esfuerzo de dos personas: un jesuita y un laico. Gracias al acierto del primero, las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada se unieron al ilusionante proyecto en los albores de nuestra institución y desde entonces hemos venido trabajando juntos Jesuitas, Franciscanas y Laicos de una forma innovadora.

Quiero hoy centrar estas breves palabras, no hace falta que ofrezca explicaciones de por qué lo hago, en destacar la importancia que ha tenido, tiene y tendrá la Compañía de Jesús en la vida de Fontilles. Fontilles no se entiende en su historia sin la Compañía: sin todos y cada uno de sus hombres que a nuestro lado han estado, acomodándose de forma generosa a trabajar con nosotros, compartiendo la ilusión del fin que nuestra institución pretendía alcanzar, dando de esa forma lo mejor de ellos ante un reto que, en sus inicios, se presentaba como inalcanzable.

Este saber trabajar con nosotros, vivir con nosotros, es hoy, después de un siglo de historia, tan obvio que salta a la vista como el paisaje que desde la terraza de la hospedería mostramos a los visitantes que se acercan a conocernos. Un paisaje, el que acabamos de ver, fruto del esfuerzo de los que nos han precedido y que empezó a gestarse gracias a que desde el primer momento, de una forma innovadora, supieron trabajar juntos Jesuitas, Franciscanas y Laicos. Cada uno desde su propia vocación, pero todos juntos, hemos logrado crear una muestra original e indudable de lo que se ha llamado Iglesia del laicado.

Este modo de actuar, innovador en su momento, hoy se presenta para nosotros como algo imprescindible tanto de la realidad presente como del futuro que proyectamos. Nos queda mucho por hacer en este valle, y desde este valle y todo, lo queremos hacer contando con la Compañía de Jesús.

Necesitamos a la Compañía de Jesús, a la que tanto debemos en Fontilles, a la que tan sinceramente estamos agradecidos todos los hombres y mujeres que por Fontilles trabajamos. Queremos proclamarlo hoy ante usted querido P. General: nuestro futuro no se puede levantar si no es sólidamente asentado en nuestras raíces, en nuestro carácter ignaciano.

Mantenemos viva la ilusión de que Fontilles pueda seguir siendo un instrumento que permita erradicar, allí donde aún se manifieste, el error de las gentes en el modo de atender la enfermedad. Y esta ilusión no tiene sentido para nosotros, si no es trabajando como lo hemos venido haciendo durante estos cien años, contando con la ayuda de la Compañía de Jesús, sin la que Fontilles no puede ser ni entendido en su pasado, ni ilusionado en su futuro. Muchas gracias.


PALABRAS DE LA Hna. GENERAL
(Carmen Pons)

Querido Hno. Adolfo, queridas hermanas franciscanas y hermanos jesuitas, queridos amigos y amigas...

Con la confianza de que me va escuchar corno portavoz de una parte importante de esa experiencia, es por lo que me atrevo a repetir aunque sea brevemente, una parte pequeña de nuestra historia.

Aquí llegamos hace 100 años, de la mano del P. Ferrís, a la vez que una pequeña comunidad de la Compañía. Nuestra Fundadora, la M. Francisca, no llegó a ver una obra que había acogido, desde el primer momento, con predilección y cariño, porque el proyecto demoró su puesta en marcha, y ella murió seis años antes de inaugurarse Fontilles. Pero la Congregación asumió esta misión con cariño y confianza. Aquí estuvimos cuando los jesuitas fueron expulsados en 1932 y a nosotras nos dejaron quedarnos. Pero a los tres meses tuvimos que salir también, por los continuos y graves conflictos suscitados con la Dirección del Sanitario. En 1940, volvimos juntos, jesuitas y franciscanas, sin ponernos de acuerdo. La única razón fue ese sentido de responsabilidad y el cariño ante personas realmente marginadas y sin ninguna protección, ante los prejuicios sociales y las necesidades acuciantes de una sociedad de postguerra. Han pasado cien años. Y, a mi modo de ver, hay cuatro razones principales, que nos llevan a entender nuestra presencia como ya acabada en Fontilles:

1. Podemos decir que la lepra es una enfermedad controlada en Europa. Enfermedad que actualmente sólo requiere de una atención en régimen ambulatorio: Ese es el gran logro, por el que estamos obligados a dar gracias.

2. En este largo periodo, en Fontilles se ha trabajado muy bien en formación y en investigación. Hoy el Sanatorio cuenta con un grupo de profesionales de gran calidad humana y profesional, muy comprometidos en la formación de otros profesionales que trabajan en otras orillas más desfavorecidas del mundo.

3. La Cooperación Internacional, hacia la que la Asociación Fontilles está abocada desde hace años, cuenta ya con colaboradores entregados y con proyectos de promoción y ayuda importantes en otras fronteras de la pobreza.

4. Nuestra Congregación, más disminuida en fuerzas, desea responder a otros reclamos urgentes del mundo de hoy.

Es el momento de dejar esta Casa y hacerlo, así lo hemos expresado las dos Congregaciones, juntos. Nuestra intención es salir de Fontilles en un plazo no muy lejano, pero sin quemar etapas y sin forzar decisiones precipitadas. La Junta de Gobierno será, como lo ha sido siempre hasta ahora, la garante del buen hacer. Y los profesionales que aquí trabajan serán indiscutiblemente los pilares más seguros para fortalecer lo que ya está cimentado y para abrir nuevos caminos de colaboración, de investigación y de proyección social en todo lo referido a la lepra, principalmente, ya otras enfer-medades de la piel que vayan presentándose como necesitadas de atención prioritaria.

Los enfermos de lepra seguirán siendo siempre esa parcela querida de nuestra misión, atendida con solicitud. Actualmente Fontilles colabora con algunas obras nuestras en India, Kenya y Venezuela Y esperamos otros proyectos que nos seguirán hermanando y uniendo en pro de la vida de los más desposeídos.

No puedo acabar sin agradecer, una vez más, la estrecha colaboración entre todos los estamentos que constituyen Fontilles. Que el Señor nos bendiga a todos. Muchas gracias.


PALABRAS DEL P. GENERAL

La experiencia de Fontilles es de las experiencias más inspiradoras que yo conozco. Fontilles me ha acompañado a mí en toda mi vocación. El primer jesuita que yo encontré fue Ignacio Romañá, en Barcelona. Y casi por él, indirectamente, entré en la Compañía. Luego me enteré que Romañá venía a Fontilles. Yo había oído hablar de Fontilles en el noviciado como una obra punta, donde los jesuitas estaban comprometidos, y siempre había despertado por eso mi interés. Hasta que recientemente oí que Fontilles es la historia de un éxito; ha ido tan bien que se puede ya pensar en otra misión. Ese es el ideal, como en toda familia; el ideal es que los hijos crezcan tanto que se puedan casar y se marchen. En toda obra de creci-miento y de plenitud se supone un momento en el que la persona que ha crecido entra en una misión nueva. Y eso pasa en Fontilles.

Creo que la historia de Fontilles es una historia de éxito, una gran obra y una gran ayuda para la Compañía. Estoy totalmente de acuerdo con lo que ha dicho la H. Carmen: siempre que trabajamos juntos en cualquier obra, lo queramos o no lo queramos, aprendemos unos de otros. El aprendizaje más profundo es el que recibimos de aquéllos a los que nosotros creemos que estamos ayudando, pero que, de hecho, son ellos los que nos están ayudando a nosotros…

Yo he enseñado teología gran parte de mi vida y uno de los temas que he tenido que enseñar han sido los sacramentos. La Unción de los enfermos me obligó a estudiar qué pasa con la enfermedad, por qué la enfermedad es tema de sacramento. Entonces tuve que entrar en toda la psicología de la enfermedad y una de las cosas que más me inspiró fue un librito que decía que, a través de la enfermedad, se pasa de la inocencia a la sabiduría.

Yo creo que es eso. En personas que han sufrido mucho se ve una sabiduría, una profundidad humana, que los que nunca han sufrido no descubren… Por eso, para nosotros, estar en contacto con personas que han sufrido discriminación social o enfermedad física o problemas dentro incluso de la familia, es una fuente de sabiduría que no merecemos, pero que recibimos por ósmosis, por contacto con personas que realmente han crecido en esa sabiduría y han mantenido el humor en medio de ese crecimiento. Ayer leía yo algo relativo al último santo, Newman; decía que una persona que en medio del sufrimiento encuentra el humor es una persona de mucha esperanza, que puede ayudar a muchos, porque el humor solamente es posible cuando hay esperanza. Siempre he creído que el humor era la cara secular de la esperanza; la esperanza es la cara religiosa, el humor es la cara secular; son dos caras de la misma moneda.

Aquí, esta tarde, yo me he encontrado con alegría, con humor, con bromas, con un humor muy pacífico, muy de dentro, que es señal de que aquí hay mucha sabiduría condensada. Yo creo que los jesuitas han aprendido, no solamente de las hermanas, sino también de los que han estado luchando toda su vida con su propia enfermedad, con su propia vida, con su entorno. En ese contexto, nosotros hemos aprendido algo muy bueno, que nos ayudará mucho.

Un centenario conlleva una historia de alegrías, de éxito, pero también de mucho sufrimiento. Cien años no pasan en balde. Y ha habido tiempos difíciles en Fontilles, tiempos de expulsión, tiempos de vuelta, de relaciones mejores o peores entre nosotros, que eso es parte normal de la vida humana. Y a través de esas dificultades, Fontilles ha llegado a una madurez que hace posible que ahora las hermanas, con un discernimiento muy sereno, hayan llegado a una decisión, que es compartida por los jesuitas, incluso afectivamente. Creo que, precisamente porque es una historia muy rica y muy llena, se puede llegar al descubrimiento de una misión conjunta como ésta. Porque el mundo sigue sufriendo, el mundo sigue buscando respuestas y ayudas.

Gracias a Dios, la enfermedad de Hansen ya no es la amenaza que se consideraba en el pasado. Los únicos sitios que yo he conocido con esta enfermedad son Fontilles y Culión, en Filipinas. Culión ya está en un sistema totalmente de ambulatorio; ya se cierra el sanatorio y se transforma en un colegio para los hijos de los que antes habían residido allí. O sea, el mundo está cambiando, pero hay otros muchos sitios donde desgraciadamente, no han llegado a este punto feliz. Por tanto, que la Junta de Gobierno de la Asociación Fontilles esté pensando ahora en poner sus energías al servicio de nuevas enfermedades olvidadas, o de enfermedades como la lepra pero en otros sitios, donde todavía no se ha erradicado, me parece que es continuar con la misma inspiración, el mismo espíritu, la misma apertura de corazón de los fundadores.

Me da alegría el haber venido después de haber oído tantísimo sobre Fontilles en toda mi vida, y sobre todo, el haber llegado en un momento tan bueno, cuando la comunicación entre jesuitas, franciscanas, personal de la casa, amigos, voluntarios, y enfermos o antiguos enfermos, es una relación tan buena y tan distendida. Porque es en los momentos de paz y de tranquilidad cuando se puede discernir sobre una misión. El cristianismo nos lleva a eso, a discernir. Estamos siempre en misión, siempre en proceso, y cuando una misión se cumple se mueve uno a la siguiente. No cada uno solo, sino con la compañía de quienes han participado en el proceso.

 A veces echamos de menos los momentos en los que los jesuitas éramos tantos que podíamos hacerlo todo nosotros solos, en un colegio o en una institución. Ése no era el tiempo de oro, sino el tiempo de plomo. El tiempo de oro es éste actual, en el que podemos trabajar, codo a codo, con muchas otras personas. Porque, simplemente estando juntos, nos enriquecemos cada uno con la visión, la experiencia y el sufrimiento de los demás.

El futuro no sabemos cómo se va a hacer. Por lo que me dicen, tanto el P. Provincial como los jesuitas que están en Fontilles, aun después de marcharnos del Sanatorio, los jesuitas queremos seguir en contacto con lo que Fontilles ha significado y va a significar. La Junta y la Asociación están pensando en nuevas dimensiones de servicio a un nivel más internacional, más abierto, con más tareas. Y nosotros queremos seguir en contacto con eso. Que la presencia de unos pocos jesuitas dure más o menos años en el Sanatorio dependerá del discernimiento sereno que se haga sobre el lugar. No es una decisión que tomaremos en Roma, en frío; el discernimiento se hace siempre sobre el terreno.

Lo que me da mucha confianza es haber escuchado decir al Presidente de la Junta de Gobierno, que en la Asociación hay una conciencia muy clara de que el camino se hará con una visión cristiana. Un convencimiento así, que viene de la fe, nos atrae. Porque ahí es donde podemos abrirnos los unos a los otros; porque Dios está sobre todos, y Dios está en todos, y en esa apertura adivinamos que la nueva misión va a ser una misión que valdrá la pena. Nosotros, jesuitas, queremos ser una parte, aunque sea indirecta y pequeña (los jesuitas siempre hemos sido una parte muy pequeña de la Iglesia), de esa misión nueva. Queremos participar en esa visión cristiana de Fontilles, abierta al futuro. Eso nos da mucha esperanza y mucha alegría.

Hoy ha sido para mí un día muy emocionante por el encuentro con todos ustedes, por ver que una obra que sólo conocía de lejos, es una realidad. Y una realidad que ha ido tan bien, que podemos seguir pensando creativamente en una misión nueva. Muchas gracias.