El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

HOMILÍA DEL P. GENERAL EN LA CLAUSURA DEL AÑO JUBILAR (Iglesia Colegiata de Gandía, 28 octubre 2010: misa de San Francisco de Borja)


Creo que S. Francisco de Borja no es un santo fácil. En una época de democracia es difícil hacerse una idea de lo que supuso la vida de S. Francisco de Borja. Cuando decidió hacerse jesuita San Ignacio le aconsejó mantener su vocación al sacerdocio y a la Compañía de Jesús en secreto, porque dicen que dijo S. Ignacio: “el mundo no tiene oídos para tal campanada”. Es como si Madonna se hiciese monja, o como si nos dijeran ahora que Elvis Presley no murió, sino que se hizo cartujo y está escondido en la cartuja de Miraflores. ¡Es algo así!

A la gente, a nosotros, nos gusta pensar que unos nacieron para santos y nos gusta pensar eso porque entonces a mí no me toca, yo me quedo fuera por si acaso, y otros nacieron para divertirse y tenemos las esperanza de a ver si nos toca a nosotros. Pero no nos gusta que se pase de un grupo al otro. Es como si Rajoy votara a Zapatero o Rubalcaba a Rajoy. El paso de divertido a monje no gusta porque supone un reto, un reto para todos nosotros y preferimos que nos dejen en paz. ¡Demasiado ruido! ¡Menuda campanada! Es que ya no puede uno estar tranquilo en ninguna parte. Si se puede cambiar así, ya no hay quien sepa dónde estamos.


Borja es de campanada y además con repiqueteo. Ruido fuera porque da que hablar, y ruido dentro porque uno se pregunta “y si él pudo, por qué no yo”, y eso es una pregunta muy incómoda.

Pero en este bandazo en la vida de Borja hay mucho escondido, oculto, que apenas pensamos, porque Borja lo tenía todo. Una familia con muchos hijos, además en orden, más que su bisabuelo, honores a manta, títulos en la España de entonces. Esta mañana hemos oído varios de sus títulos. Poca gente tiene tantos títulos. Tenía poder, autoridad, posición, dinero para repartir y lo repartió.

Su cambio de bando nos hace pensar que había encontrado algo mejor, algo oculto, mucho menos visible, pero real y nos hace pensar que a lo mejor nosotros nos estamos perdiendo algo que todavía no hemos descubierto. ¿Qué es eso que descubrió Francisco por lo que abandonó todo lo demás? Esa es una pregunta de puzzle.

La primera lectura de hoy de la carta a los filipenses nos da una pista. Francisco de Borja descubre que todo lo que tiene, en toda su bondad y en todas sus posibilidades, en el fondo no valen gran cosa. Cuando los reyes Magos nos trajeron aquel libro de cuentos que queríamos tanto, lo recibimos con alegría, pero al ver la bicicleta que trajeron al vecino, se nos cayó el libro de las manos, perdimos el interés, el color, todo. Y aquí está el reto ¿qué vio San Francisco de Borja? ¿lo puedo ver yo? O al menos, ¿puedo entender que otros lo vean, y decidan un modo de vida diferente? Esa pregunta queda con nosotros 500 años.

El contraste no puede ser mayor. Íbamos todos a la carrera en la dirección de Francisco de Borja, y de repente el campeón, el líder de la carrera, el que lleva la camiseta amarilla, se quita la camiseta, la deja y empieza a correr en dirección contraria, hacia nosotros, como un loco, y nos preguntamos todos, pero ¿qué ha visto este hombre, qué ha visto que ha dejado la carrera a mitad de camino? Filipenses nos dice claramente: ha visto a Cristo, y lo ha visto en paz, tranquilo, sanando y sirviendo a los demás, curando y ayudando y ha comprendido que aquí en Cristo hay algo eterno, rico, abundante, bello y lleno de amor, y lo demás se le cae de las manos. Así de sencillo, se le cae de las manos.

Aquí está el verdadero cambio dentro del alma, en la visión de la realidad, en lo que realmente vale para una persona y lo quiere tener para siempre. Por eso Francisco de Borja es un santo un poco molesto, de esos que hacen pensar que retan, que invitan a descubrir mundos como el que él descubrió.

Una vez comprendido qué es lo que le pasó a Francisco de Borja, ya es más fácil entender el resto de su vida, y esto nos lo dice el Evangelio que acabamos de oír. El modelo ha cambiado. Ya no es la corte, el emperador, las estructuras de poder lo que le inspira y dirige su vida, sino Cristo, servidor y amante de la humanidad. Borja deja que la imagen de Jesús, sirviente y médico de todos, se haga la suya y bajo esa imagen Francisco deja que su vida vuelva a empezar como siervo y compañero compasivo de la humanidad. Borja no es el héroe, y creo que esto es importante. No es el héroe que en cada momento hace lo contrario de lo que le gusta, el héroe voluntarioso, que tiene gran fuerza de voluntad, un asceta de temperamento indomable. No, éste no es Francisco de Borja. San Francisco de Borja deja que Jesús entre dentro de su corazón y lo cambie. Deja que la contemplación de Jesús, amando a los pobres y lavando los pies de los discípulos, le ofrezca la dirección a seguir en su nueva vida.

En 2008, hace dos años, la asamblea general de los jesuitas escribió y aprobó esta frase: “el jesuita sabe quién es mirando a Jesús”. Es una cuestión de identidad. Francisco de Borja nos dejó un ejemplo extraordinario de esta dinámica. En sus primeros años, ciertamente, mirando al emperador, Borja se comporta como emperador. Mirando al emperador aprende cómo debe comportarse él, más o menos. Más tarde, mirando a Jesús aprende a amar y a servir, como resumía San Ignacio la vocación de la Compañía: “en todo amar y servir”.

Vamos a pedir hoy por lo tanto a todos, a los jesuitas y a todos los vecinos de la ciudad de Gandía, que sepamos escoger bien nuestros modelos. No todos van a escoger el mismo estilo de vida, no todos van a ser jesuitas, ni van a ser dominicos, ni franciscanos..., pero que sepamos escoger bien un modelo de vida que valga la pena, por el que valga la pena dejar el libro de cuentos de los reyes Magos o la bicicleta de los reyes Magos, y dedicar nuestra vida a algo profundo, real y duradero.

Quizá hoy nuestra libertad no está en las pequeñas decisiones de cada día, sino en esas decisiones implícitas y ocultas, pero muy reales, por las que escogemos los verdaderos modelos, los verdaderos directores o directoras de nuestra vida.

Hoy vamos a pedir que sepamos caminar adelante como Francisco de Borja que abrió nuevos caminos, abrió nuevas posibilidades a la ciudad, a la Compañía de Jesús, a la Iglesia; que nosotros sepamos entrar en esa dinámica y para ello que sepamos a quién mirar y a dónde mirar.