El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

HOMILÍA DEL P. GENERAL EN LA EUCARISTÍA DE ZARAGOZA (Iglesia del Centro Pignatelli, 29 octubre 2010: misa de S. José Pignatelli)


Hay una práctica en los Ejercicios Espirituales que coincide con otra tradición budista que consiste en el agradecimiento. Son ejercicios muy concretos con los que la persona trata de desarrollar la memoria agradecida. Es prácticamente el comenzar los Ejercicios por la contemplación para alcanzar amor, y el primer punto consiste precisamente en agradecer. Uno de nuestros japoneses ha hecho de esta fórmula el eje de los Ejercicios a cristianos y no cristianos, una fórmula que ha resultado muy positiva y fructífera.


Este, creo que es el mensaje de la primera lectura que acabamos de escuchar: todo lo que tenemos y somos lo hemos recibido. Reconocer es el principio de nuestro agradecimiento, pero no podemos engreírnos por ello; Santa Teresa de Avila solía decir que “la humildad es la verdad”, creo que tenía razón. No hay que negar los dones que nosotros tenemos para estar más cerca de Dios y de los demás; la verdad de nuestros dones nos hace ser más agradecidos y responsables: a quien más se le ha dado, más se le va a exigir a la hora de rendir cuentas. La verdad de nuestras limitaciones nos hace también capaces de compasión, pues que somos conscientes de nuestra ignorancia, de nuestras debilidades y de nuestra imperfección. Os aseguro que eso no desaparece con los cargos que nos puedan dar; las debilidades continúan, las imperfecciones, continúan.

De nuevo es el budismo el que subraya esta intuición: cuando los budistas hablan del vacío que todos somos, no están hablando del nihilismo europeo, están hablando de la verdad última donde todos nosotros nos descubrimos vulnerables, sin base segura, radicalmente inseguros, y entonces tenemos una estupenda paradoja, pues lo tenemos todo y no tenemos nada. S. Pablo lo dice en otro texto: la peculiaridad del cristiano y de sí mismo, -está hablando de sí mismo-, es que lo tenemos todo pero vivimos como si no tuviéramos nada, y al revés, no tenemos nada y lo tenemos todo.

Hoy recordamos a Giuseppe Pignatelli, el santo que celebramos. Yo creo que fue uno de los santos que descubrió esta gran verdad: era consciente de todos sus dones, dones que podían ser conexiones puesto que tenía grandes amigos y grandes posibilidades. La familia Pignatelli era de alta alcurnia, y él, de hecho, explotó al máximo todas sus posibilidades para intentar restaurar la Cía. de Jesús en tiempos de supresión; él usaba esas influencias para ayudar a los jesuitas que vivían dispersos, sabiendo que el Papa toleraba que los jesuitas continuaran viviendo en Rusia, Polonia, toda aquella parte del norte de Europa. Giuseppe era consciente de que ahí había una posibilidad y usó todo su saber, pero supo también que todo venía de arriba, no se engreía nada de todo ello, y puso todo empeño y esperanza en las manos de Dios, a quien no dejó jamás de acudir en su oración, ni tampoco al contacto con ricos y pudientes que pudieran ayudarle.

Otra verdad de la que nos habla santa Teresa es la de ser conscientes de nuestra pobreza radical: sin Dios y su ayuda no seríamos absolutamente nada, tenemos una debilidad radical en nuestro ser, y esto, naturalmente, nos abre a la colaboración, y aquí está la paradoja; porque no damos abasto, porque no podemos, porque somos limitados, porque somos pobres, necesitamos la ayuda de todos. Y esto abre el corazón y abre muchas más posibilidades.

Como hemos reflexionado hace un momento, todo, absolutamente todo lo que la Cía. de Jesús ha hecho en la historia, ha sido gracias a la colaboración, a la ayuda, al apoyo, a los contactos, de muchos laicos, religiosos y religiosas que se han sumado a nuestro servicio y han mejorado dicho servicio; eso está clarísimo.

Este año estamos celebrando en Italia,- con mucho ruido, porque Ricci era italiano,- el IV centenario de Mateo Ricci, un gran misionero; pero todo lo que hizo fue por la ayuda de un amigo laico que le abrió las puertas. Ahora se habla de canonizar a Mateo Ricci, pero, por lo que me han dicho, el Papa estaría muy interesado por unir la canonización de los dos. Incluso los genios, por que Ricci lo era, pudieron hacer algo porque otros les apoyaban. Eso lo sabía muy bien el mismo S. Ignacio, y lo sabemos todos: la colaboración empieza cuando nos damos cuenta de nuestra pobreza, de nuestra limitación; eso no tiene nada que ver con los números, nada que ver con ser 3 jesuítas y vds. 100, es la condición natural de la naturaleza humana, de la cual participamos todos. En el caso de S. Ignacio esto es de lo más evidente: no habría podido hacer casi nada de lo que hizo sin la colaboración activa y la influencia de amigos, cardenales, gobernantes, que simpatizaban con su causa, y gracias a ellos existimos.

Al celebrar y recordar hoy a Pignatelli, recordamos a todos estos colaboradores. En los libros ponemos solamente los nombres de los jesuitas, pero hay otros nombres, y entre todos han hecho posible el pobre servicio que hayamos podido hacer. Pignatelli es el símbolo de todo un ejército de colaboradores y ayudantes que respondieron a nuestra llamada. La colaboración con otros no procede de la falta de número de los jesuitas, ni tampoco de la falta de talento, como si fuera un esfuerzo por suplir, como si se tratara de una especie de equipo B; no hay equipo B. Dios suscita los corazones y todos podemos colaborar en la misma acción; es también una parte del hecho de que el Señor nos quiere limitados, precisamente para que colaboremos con agradecimiento. Colaborando podemos hacer muchísimo más por los demás que trabajado heroicamente solos, muchísimo más.

A medida que nos acercamos al 2014, aniversario de la restauración de la Compañía, recordamos que Pignatelli trabajó por esa restauración, pero nunca la vio, murió antes. Nunca la vio, pero trabajó por ella con muchos otros y la hizo posible; por eso se le considera el patrón de la restauración, y espero que esta oportunidad de celebrarlo nos ayude a profundizar más aún esa coherencia entre nuestra pobreza, aceptada y agradecida, y la colaboración de los demás.

La última cuestión: con personajes como Pignatelli, nos la pone el Evangelio: ¿Cómo se las arregló el tal Guiuseppe para salir adelante con tanto lio? ¿Cómo se las arregló, con tantas dificultades, sin apoyo institucional puesto que estábamos en entredicho, suprimidos? Creo que el Evangelio nos da la clave: la apertura al Espíritu sin miedos ni complicaciones. El Evangelio nos dice: Os mando como ovejas entre lobos, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Ser como palomas y culebras, al mismo tiempo, no es nada fácil. Pignatelli se las arregló para serlo; mientras mantenía una sencillez increíble ante Dios en su oración, supo también seguir todo lo que se abría ante él para trabajar por el Reino de Dios. Esa libertad de mantenerse sencillo, pero al mismo tiempo ser sagaz para buscar oportunidades, es un don del Espíritu. Eso no es fruto de la preparación en un colegio diplomático, es fruto del Espíritu. La clave es la sencillez del corazón, con una esperanza sencilla pero fuerte, inquebrantable en que si Dios quería algo, saldría adelante pronto o tarde, tarde en su caso puesto que nunca pudo ver la Compañía restaurada; lo que él vivió en esperanza lo vivieron otros en la realidad, lo importante era esperar, confiar y ser consciente que esa esperanza haciendo la obra de Dios