El P. General, Adolfo Nicolás SJ, ha estado en la Provincia de Aragón visitando Valencia, Gandía, Fontilles y Zaragoza (27-30 octubre, 2010) con ocasión de la clausura del V Centenario del nacimiento de San Francisco de Borja (28 octubre, 1510)

HOMILÍA DEL P. GENERAL EN LA EUCARISTÍA DE VALENCIA (Iglesia del Centro Arrupe, 27 octubre 2010: misa de San Ignacio de Loyola)


Imagino que ya estarán cansados de oír mi voz, un poco de paciencia.

La primera lectura que acabamos de oír, entra muy bien en la última pregunta que recibí en el Auditorio, ¿qué hacemos los AA.AA., o cualquier otro grupo? Creo que las lecturas que han elegido para la misa de S. Ignacio están muy bien pensadas y muy bien escogidas, tocan dos puntos clave en la espiritualidad de S. Ignacio, cuya memoria hacemos en esta eucaristía.


La vida humana, para S. Ignacio, es un continuo decidir y hacer, no es una espiritualidad para quedarse dentro de uno mismo, sino que es una espiritualidad que surge de dentro para discernir, decidir y hacer; va siempre orientada a la elección. La persona se hace a base de decisiones; creo que podemos decir “dime qué decides y te diré quién eres”. La cuestión no es si decidimos o no, está claro que decidimos , la vida humana es toda ella decisión; continuamente, de la mañana a la noche, y si no, fíjense mañana cómo se lavan la cara, al momento se preguntarán ¿y ahora qué hago? Durante la guerra, los japoneses descubrieron un espía chino en su ejército porque los chinos se lavan de un modo distinto a los japoneses; los japoneses se lavan de arriba abajo, y los chinos de abajo arriba. La idea se hace hábito, y un hábito tan profundo que ya ni nos damos cuenta, pero viene de una decisión previa: se ha enseñado a los niños a hacerlo así y estamos continuamente decidiendo. El problema no está en si decidimos o no, la cuestión es qué decidimos; Dios nos pone delante la vida y la muerte, y aquí está la dificultad. Dice la Escritura, “si elegís la vida, viviréis, si elegís la muerte, la tendréis”, y creo que es hoy una elección tan actual como en el tiempo del Deuteronomio. Decisiones sobre la vida, no solamente sobre nuestra propia vida, sino la vida de los pobres, de los emigrantes. Hubo un tiempo en que Ignacio andaba bastante distraído, era todavía joven, era Íñigo y tomaba decisiones de muerte, estaba preocupado por su placer, su carrera, sus hazañas; eran otros tiempos y esos eran los valores que tenía Íñigo de Loyola. Incluso después de convertido, si recuerdan, pensó en matar un moro porque, según él, había insultado a la Virgen; pensó en matarle como una posibilidad real, menos mal que la mula tuvo más buen sentido que S. Ignacio y lo llevó por otro camino, porque si no, el buen moro pudo haber caído.

Cuando aprendió a discernir, y esa es la herencia que ha dejado a la Iglesia, aprendió a purificar sus valores, a seguir a Cristo, y ya solamente pudo decidir por la vida, la suya, la de los demás, y la vida de Dios, porque, como dice el Deuteronomio, el espíritu de Dios lleva solamente a la vida, Dios es un Dios de vivos.

También nosotros estamos continuamente entre la vida y la muerte, o frente a la vida y la muerte, en las decisiones importantes; cada decisión es distinta, y a veces muy distinta. En el Deuteronomio, Israel estaba en una situación muy distinta de la de S. Ignacio, y S. Ignacio de la nuestra, pero no hay duda de que seguimos en la misma elección y Dios nos sigue retando: Escoge la vida y vivirás. Hoy en día, en los países más desarrollados, se sigue dando la elección, y, desgraciadamente, muchas veces la elección es por la muerte. Una de las cosas que me impresionan siempre en África, es ver la importancia y el valor de la vida, todo lo que es vida. Hablando con un grupo en Suiza lo de “Jesús es el camino, la verdad y la vida” veíamos que los europeos han empleado mucha energía, mucha materia gris, en buscar la verdad, los orientales, en buscar el camino –el camino es el Tao, el yudo es el camino de los débiles, etc. -. El camino es siempre un camino espiritual; en África es la vida: puede haber genocidios, pero la gente sigue danzando y enseñando a danzar a los niños. La vida es el gran beneficio; que un pueblo , después de un genocidio, sepa danzar, es un pueblo que tiene esperanza, que tiene fe. Escoge la vida y vivirás.

Hay una historia de esas orientales, de la India o de China, en la que un maestro de oración dice a sus discípulos: Vamos a ver, una pregunta. ¿cómo sabéis que ha pasado la noche y ha llegado el día, cual es el criterio para saberlo? Un alumno dice: Pues cuando se empiezan a ver los perfiles de los edificios y los árboles. El maestro dice: a ver, otro. Pues cuando se empiezan a distinguir las personas de los árboles, porque los árboles no se mueven. El maestro dice: No, ninguna de esas es la respuesta; cuando ves la cara de una persona y ves la cara de un hermano o hermana, entonces es de día, entonces tienes la luz. Sea quien sea esa persona, un forastero, un emigrante, un transeúnte, sea quien sea, cuando en él ves un hermano, entonces cambia todo, y ese sigue siendo el reto que tenemos, creo yo. No es lo mismo tratar el asunto de los emigrantes considerándolos como emigrantes, o considerándolos como hermanos y hermanas; no es lo mismo hablar de los emigrantes como de una amenaza, que hablar como de la propia familia. La decisión sigue siendo como entre la vida y la muerte: no podemos tomar decisiones sin anticipar las consecuencias. ¿Qué pasará si les echamos?

Hace unas semanas, estando en Ginebra, en Suiza, me decían que allí todo se consulta en referéndum, por votación popular, porque el pueblo es soberano. Hay 26 cantones y el Gobierno no lo tiene claro, todo se resuelve en referéndum. Ahora se prepara uno para diciembre, que es muy peligroso: hay un Partido que está haciendo propaganda, y que si en éste momento, me decían en la sede de NN.UU., se vota, el voto será sí, y el voto del sí es para expulsar de Suiza a los extranjeros que cometan un crimen. A los suizos no les podremos expulsar, a los emigrantes, sí. Es peligrosísimo. ¿Quién decide qué es un crimen? En Japón es un crimen carecer de documentación y si te pillan sin ella es motivo suficiente de expulsión. ¿Es eso lo que queremos? ¿Quién decide dónde está el límite con el crimen? Es más fácil mirar la vida, ¿qué pasó con la persona que se expulsa?

Hace poco oía la noticia de que los toros se han prohibido en Cataluña; bien, los toros pueden ser un test para España, ¿qué pensamos de la vida, de todo? En el Instituto de Pastoral, en Manila, había un monje budista sacando el doctorado en Cristianismo porque en Sry Lanka no se da cultura cristiana; es un hombre buenísimo a quien se ha visto en ocasiones quitarse de encima suavemente algún mosquito, -en Manila hace mucho calor y hay muchos mosquitos y bien molestos-, jamás le han visto matar ni a un mosquito, porque forma parte del budismo el respeto a la vida, a toda forma de vida, porque todo lo que tiene vida tiene espíritu, tiene alma. Yo no hago aquí propaganda del budismo, pero, ¿estamos aquí tan comprometidos con la vida? ¿Estamos dispuestos a soportar ciertas molestias por respetar la vida? Porque la vida es un don, la vida es un don muy importante.

En la espiritualidad jesuítica tenemos una palabra clave: magis, más; palabra que orienta muchas de nuestras decisiones, la cual, habría que colorearla siempre con esta cita de la Escritura: un magis de vida, un magis de amor, un magis de generosidad, un magis de Jesús. Así vamos bien en nuestro discernimiento.

El Evangelio nos da otro elemento de la espiritualidad ignaciana, y creo que es un elemento sumamente importante: seguir a Jesús y seguirle hasta el final. Para poder discernir bien y decidir siempre por la vida hace falta algo muy difícil, hace falta ser verdaderamente libres; libres internamente, libres en nuestras decisiones, libres de impresiones, libres de las propias tendencias, de los propios trucos mentales o emocionales que nos hacemos a nosotros mismos. Uno de los discípulos de Lonergan, -filósofo que habló de conversiones varias, intelectual, moral, etc.- decía que faltaba una conversión, que es la conversión del subconsciente, de nuestros impulsos, de lo que nos quita la libertad, de la conversión psíquica. Yo creo que el Evangelio de hoy va directamente a la conversión psíquica: Quien quiera venir en pos de mí que tome su cruz y me siga, éste es el Evangelio que hemos oído, y creo que es un texto que nos puede liberar de muchísimas cosas; es cuando nos buscamos a nosotros mismos cuando tenemos gran dificultad para entender la vida, sobre todo cuando se trata de la vida de los demás. Es cuando nos buscamos a nosotros mismos cuando dejamos de ser libres. Los budistas decían que en esto estaba la raíz del sufrimiento, nosotros creemos que aquí está la raíz de nuestra falta de libertad, y entonces no podemos decidir la voluntad de Dios, necesitamos esa libertad, y esa libertad nos viene cuando aceptamos la cruz de antemano, no cuando no tenemos más remedio, sino cuando hemos aceptado la cruz porque Cristo ha estado ahí antes que nosotros y nosotros queremos seguirle. S. Ignacio, que no sabía nada de la psicología moderna, va al grano, y ve el camino de la libertad en la aceptación de la cruz, por eso, para invitar a la libertad a todos los cristianos y a sus jesuitas, pone en el centro de nuestra vocación el seguimiento de Jesús con la cruz a cuestas; es su visión de la Storta cuando llevaba la vocación de los jesuitas a seguir a Jesús con la cruz a cuestas y siempre al pie de la cruz, donde solamente los libres tienen acceso, los demás han huido y a muy buen paso.

Recuerden el Evangelio de S. Juan: todos los discípulos se han escapado, luego nos da cuenta de que queda un discípulo, y entonces nos preguntamos, ¿y de dónde ha salido ese discípulo? S. Juan no le pone nombre porque ese discípulo somos todos nosotros. La tradición ha dicho que ese discípulo innominado era el mismo Juan; era una tradición muy piadosa, pero yo creo que se trata de algo más profundo: no tiene nombre porque somos todos. Todo el que quiera ser discípulo de Jesús tiene que estar al pie de la cruz, y allí, con Maria, ser testigo de la cruz y seguir el mensaje de la cruz en adelante, y así, desde la cruz se elige la vida y alguien da la vida por todos, De manera que hoy vamos a pedir al Señor que nos dé a todos esa libertad total, esa libertad interior para poder discernir y pode elegir la vida para todos, de manera que podamos vivir con más alegría, con más esperanza, y también para que todos podamos vivir como hermanos y hermanas en lo que Dios quiere últimamente de nosotros en este mundo.